29 mar. 2024
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Repensar el rol de la comunicación en esta coyuntura



Si le preguntáramos a cualquier periodista, a militantes o dirigentes/as si la comunicación es central hoy, todos lo afirmarían sin reservas. Es más, muchos pondrían sólidos argumentos acerca de cómo ésta forma parte de un dispositivo donde ya no se puede diferenciar lo económico, lo financiero, lo judicial y las corporaciones de medios. Es decir la comunicación es constitutiva de la política y por lo tanto inherente al poder mismo.



Sin embargo, a la hora de desarrollar este concepto en acciones concretas, esos mismos referentes, ya sea partidarios o institucionales, sociales, sindicales, del mundo pyme, de mutuales, cooperativas, etcétera, discuten y resuelven acciones en ámbitos donde los comunicadores y comunicadoras quedan al margen, dejando su rol en la tarea inmediata de explicar o explicitar a los medios o población, lo resuelto. Es decir se confunde comunicación con prensa.


Este «chip» o contravalor está arraigado absolutamente en todos los niveles. Una muestra clara de esto es en tiempos de pandemia, las videoconferencias que se realizan. Se buscan las mayores referencias, los mejores exponentes en temáticas tan diversas como trabajo, tierras/hábitat, integración regional, salud, educación por mencionar algunas, pero casi nunca aparece allí un comunicador o comunicadora que aporte otra mirada a dichas problemáticas.


Es curioso, pero claramente demostrativo del formato ideológico sobre el que estamos hablando. Y no es que no existan cuadros políticos/comunicacionales, los hay absolutamente formados y organizaciones con experiencia de años en estas materias mencionadas y en muchas otras.


Tenemos allí un primer problema inherente a la propia dirigencia y a muchas organizaciones del espacio común.


Luego aparece el debate sobre si los problemas que se presentan en la información estatal son políticos o de falta de una estrategia comunicacional.


Hay una relación dialéctica ahí, no puede seguir pensándose una sin la otra, cuando se disocia, se cometen errores graves. Por lo tanto la discusión debe plantearse desde otra perspectiva, o sea: ¿cuál es la construcción política, territorial, de frentes, que se está llevando adelante? y ¿cuál es el rol de la comunicación en esa instancia, potenciando o ayudando a articular, permitiendo un ida y vuelta de actores, problemáticas, experiencias y metodologías?


Por lo tanto. lo que urge revisar es como estamos haciendo esa construcción organizacional y, en caso de medios específicos, cuál es la relación que existe entre una y otra. A esto debe agregarse, sin ninguna duda, la formación de los comunicadores. Por ello, para afrontar los desafíos que las acciones de los sectores de poder implementan, antes que nada hay que tener asumida esta ecuación, esta trilogía, porque se puede terminar cayendo en concepciones ideológicas al creer que la batalla cultural se da primordialmente en las redes, y no se alcanza a comprender que las mismas están prácticamente todas manejadas por el enemigo, y que sin un cable a tierra, sin un oído atento, sin un diálogo fluido con las estructuras organizativas que el pueblo se ha venido dando, toda acción que emprendamos desde la información, no sólo que corre con desventaja, sino que está condenada a la derrota.


No se deben cambiar las convocatorias digitales por la movilización popular en las calles y espacios públicos. Discutamos los modos, pero no subvirtamos la experiencia histórica.

Hay una mirada egocéntrica, unitaria y autorreferencial en muchas políticas estatales y de muchos medios de Buenos Aires (que no es de ahora) que ya son irritantes y demuestran, cotidianamente, sus yerros y limitaciones.


No hay compresión de la necesidad de una política comunicacional y de una estrategia integradora en ese sentido. A lo que debe agregarse errores repetidos, como el de dar una noticia un día, tomarla como tapa al siguiente y después nunca más abordarla. La comunicación es proceso, es antes, durante y después y para cada etapa se precisa un abordaje diferenciado, en herramientas, y contenidos.


¿Cuántos conocen lo que es Oberá en Cortos, las producciones de Wayruro, el Festival Regional de Cine Rural, la experiencia de corresponsales barriales de FM La Ranchada, las radios de Farco, el trabajo en software libre de la RedComSur y los niveles de articulación alcanzados con experiencias de Latinoamérica, los podcast y producciones de las viejas y nuevas camadas de directores/as de Radio Nacional a lo largo del país, los saberes acumulados en la propia Coalición para una Comunicación Democrática, lo realizado por Aruna, y muchas universidades nacionales, el Satsaid, Comuna, Codehcom, las acciones en la materia de la Garganta Poderosa, la interrelación de radio Gráfica con el movimiento obrero, la capacitación en comunicación digital del Instituto Patria, el aporte de Motor Económico y en el terreno rural de Incupo o de los comunicadores de Apinta, las mutuales y cooperativas con servicios de comunicación, las miles de organizaciones de base, comunitarias, campesinas, de pueblos originarios con sus boletines, revistas, murgas, pintadas, radios, acciones callejeras?

Y seguramente, si desmenuzáramos cada una de estas experiencias nombradas les encontraríamos múltiples errores, pero no podríamos dejar de desconocer que partimos de una práctica concreta, que en muchos casos es de larga data en su referencia con los sectores populares. Y sí, lo que sigue marcando el rumbo es la práctica y su relación con el conocimiento y lo teórico.


Por ello deben gestarse los espacios de evaluación y sistematización de éstas. Para que lo que elaboremos a futuro no quede al arbitrio de una mente esclarecida o del repentismo nuestro de cada día.


Definitivamente hay que construir una agenda de temas, que no es simplemente ver como se da batalla a las tapas de Clarín, La Nación, Infobae y determinados periodistas con posicionamientos vía twitter.


Hay que definir los prioritarios/urgentes, importantes y estratégicos. Una primera síntesis en este sentido, sería un gran ordenador de muchas situaciones. Para ello la conducción política (nacional, provincial o local) no sólo debe marcar estos elementos -con las metodologías antes indicadas-, sino que las propias organizaciones/medios tienen que incorporar este debate al interior de las mismas/os, y hacia el conjunto de la comunidad.


Hay que federalizar los recursos pero también socializar los contenidos


Exijamos políticas de apoyo a todo el conglomerado de medios y organizaciones nacionales y populares pero también, reconozcamos si hemos dado los pasos para avanzar en mayores niveles de acuerdos, articulación y coordinación de actividades, capacitaciones y acciones en territorios determinados.


Debemos ser autocríticos en serio, porque muchas veces observamos que lo que cada organización hace es para los propios y de esa manera no se avanza de conjunto, no se fortalece el entramado ya estructurado. Socializar es algo más que armar un grupo donde compartamos, por ejemplo, audios para radio. Implica valores, objetivos, decisiones donde prevalezca lo colectivo y de clara impronta transformadora.


Por eso es prudente tener siempre presente dos leyes de la dialéctica que siguen cobrando actualidad. Primero, el desarrollo en una sociedad(cualquiera sea su tamaño y complejidad)es desigual y combinado,y luegotoda acumulación cuantitativa produce un salto cualitativo… mientras la acumulación cuantitativa y cualitativa de nuestro oponente no deshaga, neutralice o acorrale lo que venimos haciendo.Es decir, el concepto de unidad debe pivotear sobre estos ejes, como así también la justificación de porque es necesaria la interrelación de fuerzas hacia dentro del propio espacio.


Esto debe darse precisando los objetivos y diseñando una estrategia, donde entonces, esa agenda de la que hablamos y el entrecruzamiento con la variedad y riqueza de las experiencias y herramientas propias, podrán permitirnos pararnos política y comunicacionalmente de otra forma.


En el caso de Vicentín se sintetizan muchas de las afirmaciones hasta aquí realizadas. La expectativa sobre la alegría que iba a causar en los santafesinos la noticia recién anunciada -que desde ya desconocía el pasado y el presente del entramado socio económico, político y judicial de la misma- se le agregó algunas cuestiones que de tan elementales nos parecen de menor entidad. ¿Cuántas personas saben que es «expropiar», sus alcances, e implicancias?


No existió ningún nivel de articulación en el terreno concreto, no con la superestructura institucional, sino con las organizaciones sindicales, sociales, de derechos humanos, productivas, estudiantiles, y políticas que terminaron conformando una Multisectorial que sintetizó en una caravana multitudinaria su apoyo al gobierno nacional, en defensa del Banco Nación, pidiendo la expropiación.


La sinrazón sucedió ese día de la movilización cuando C5N mandó un móvil al lugar, que en cambio de resaltar esto, cruzó el arroyo que divide las ciudades de Reconquista y Avellaneda para ir a cubrir la marcha a favor de la empresa en la última de las localidades nombradas. Es decir, estaba allí el mayor punto de acumulación organizativa del conflicto y se fueron para otro lado. Si no hubiese sido por los propios componentes de la Multisectorial, radios y sitios de internet de la zona, corresponsales de algunos medios y el trabajo integrado de algunas redes, nadie hubiese sabido lo que estaba pasando.


Además, aún sin poder concretar la expropiación, se perdió la oportunidad —de mínima— de tener un accionar desde el Estado nacional para «hablar» de soberanía alimentaria, hidrovía, puertos, cerealeras, historias de luchas, paraísos fiscales, triangulación de granos, y todos los etcéteras que cada uno considere conveniente agregar.


En los ámbitos sindicales cuando se formula la pregunta de cómo se informan los trabajadores y trabajadoras sobre lo que hacen los propios sindicatos surge allí el whatsapp prioritariamente, pero aparece, entre otras, con fuerza el afiche puesto al lado del reloj y/o puerta de entrada y por sobre todo, las reuniones de los compañeros y compañeras con los delegados.


Es decir —desde el campo nacional y popular— las nuevas tecnologías y redes son absolutamente importantes, pero ellas deben acompañar a un esquema mayor de comunicación, que es el que se puede formar cara a cara entre los diferentes actores sociales, discutiendo, en asambleas o reuniones. Allí se planifica la acción y tiene valor la palabra.


Es en esos espacios donde se forjan los vínculos de confianza, el acto político por excelencia. Y esto no es desmerecer el esfuerzo y la creatividad que miles de personas —en su mayoría jóvenes— realizan cotidianamente, sino comprender la fortaleza de la organización en sí misma frente a una realidad que da cuenta de cómo la tecnología produjo un desplazamiento en el modo en que los seres humanos se comunican.


Y no estamos minimizando el rol de las redes y de las distintas vías de la información que la derecha utiliza, sino que al querer establecer ese escenario como el lugar de resolución del enfrentamiento, se empieza a perder aún antes de haber comenzado.


A su vez, es imprescindible la elaboración de contenidos desde y con los sectores populares, y no para los mismos. Esto también define el carácter de la comunicación que estamos instrumentando.


Vale dejar aclarado, entonces, que en ese debate hay que identificar cual es el sujeto principal que debe llevar adelante la disputa por construir un proyecto de liberación nacional y social, y en ese sentido sostenemos que los trabajadores y las trabajadoras, cualquiera sea su condición, rubro, o sector son el elemento imprescindible para poder tener posibilidades de concretarlo. Otros sujetos o emergentes son ponderables pero no debe perderse de vista que en el capitalismo el eje está planteado en la relación de producción y que ella puede haberse complejizado para su análisis y resolución, pero de ninguna manera modificado.


La coyuntura que estamos atravesando en nuestro país, pero también en otros, más allá de los resultados electorales, amerita una mirada y una discusión profunda y honesta sobre actitudes y políticas, Estado y comunidad organizada. Este documento va claramente en esa dirección.

Patria Grande, 1 de noviembre de 2020.





 POR REDCOMSUR


5 nov. 2020, by: FM 98.3

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