26 abr. 2024
...

El momento de jugar con todas las fichas



Se terminó el invierno con un día gris, que le dejó paso al sol. Tal vez esta metáfora sencilla resulte viable para enmarcar los inquietantes días con sacudones fuertes que nos toca sobrellevar. Esos sacudones parecen haber dejado paso a un movimiento lineal, vigoroso, hacia adelante.


Hubo renovación en el gobierno. Y en ese movimiento se expresan expectativas diferentes a las que se generaban desde hace una semana, cuando el oficialismo sufrió, ante sí mismo, una dura derrota. Esos millones de votos que no aparecieron como en 2019, su propio decaimiento, fue lo que determinó la derrota ante la oposición, que, paradójicamente, no aumentó su caudal, sino que lo redujo, aunque de ningún modo en la escala que padeció el gobierno. 


Por estas horas, el “sí, juro” de cada uno de los ministros significa una sensación de que es tiempo en el que pueden cambiar las cosas. ¿Es el cambio de un nombre o el cambio de ideas, y de procedimientos ante esas ideas lo que seguramente le hará mejor al gobierno? Porque el gobierno anunció que no sería un gobierno que ajustara, pero ajustó. Que sería un gobierno que se manejara en contacto permanente con el pueblo, pero pasó una tormenta y dejó de verlo.


Ahora sí es el momento de jugar con todas las fichas. El gobierno tiene su gran oportunidad.

Ahora la expectativa por sobre cualquier certeza es que todo puede ser distinto. Ahora sí es el momento de jugar con todas las fichas. El gobierno tiene su gran oportunidad.


Debe ser este el primer día del resto del gobierno. Como el segundo tiempo de un partido de fútbol que se complicó más de la cuenta al principio: es momento de dar un volantazo, hacer los cambios que se requieren, poner toda la carne en el asador.


Porque esas expectativas se enfrentan con un peligro muy grave como es el de perder las elecciones con la derecha en noviembre, pero fundamentalmente de cara al 2023, y dejar al país otra vez en manos de aquellos que, en 2019, dejaron tierra arrasada de la República, de la democracia, de la economía.


El gobierno debe enfrentar a un proyecto que quiere una sociedad en la que a usted, laburante, lo puedan echar sin pagarle la más mínima indemnización.

Ahora, después de las rispideces de la semana pasada, el gobierno va saliendo. Con las nuevas designaciones a muchos les habrá devuelto la esperanza, les habrá devuelto el alma al cuerpo. Porque un gobierno de este cuño no puede tener mal a la gente. Más allá de la gratitud que debería existir por una administración que, con sus políticas sanitarias generadas desde el subsuelo y la destrucción de donde las tomó, salvó infinidad de vidas con su accionar valiosísimo en la pandemia.


Pero ahora el panorama cambia. Hay dos meses de aquí a noviembre. Y, fundamentalmente, hay dos años de aquí al 2023, frente al accionar de esa derecha cruel, inhumana, depredadora. El gobierno debe trabajar desde ahora mismo, debe enfrentar en esta misma hora a un proyecto que quiere una sociedad en la que, por ejemplo, a usted, laburante, lo puedan echar sin el menor remilgo y sin pagarle la más mínima indemnización. A esas cosas se animan porque son los representantes, son los lacayos del poder real que los respalda muy fuerte.


Hay dos meses, y dos años, para seguir enfrentándolos con las fuerzas más energizadas que se dispongan. Este amanecer de la primavera debe ser el nuevo amanecer del gobierno después de una bofetada tan rotunda. El hambre es ahora. La necesidad de trabajo es ahora. La obligación de levantar una pyme, es ahora. No hay análisis de futuro si la gente padece como lo está padeciendo por estas horas.



Ante semejante enemigo, se requiere de un muy fuerte compromiso y de una unidad férrea, aunque duela. Sin caer en los errores de percepción o en las trampas que tienden mediáticamente, como cuando se suben a la carta de Cristina Fernández de Kirchner para desvirtuar su esencia. Ella misma aclaró que siempre ha sido peronista y recordó, además, que tuvo un vicepresidente, el radical Julio Cobos, que le votó en contra, que se pasó a la oposición. Pero dejó sentado, taxativamente, que ella nunca haría tal cosa.


En la velocidad del análisis de la extensa y vigorosa carta de la vicepresidenta, esa cuestión pasó bastante inadvertida. Su crítica potente, muy movilizante, no implicaba romper con nada ni con nadie. Quedó muy claro que no hay un golpe de Estado como pretendía hacer creer la oposición: ¿alguien puede pensar que esto cambió, como cuando se instala una dictadura, la “normalidad” a la que ellos se refieren en sus títulos cuando se establecen gobiernos de facto? Hablan de que ella “tiró del mantel de la democracia”, que el presidente resiste “un golpe político” y que “debería denunciarlo ante la OEA”, que el Frente de Todos “es una secta”. Hablan del “plan serrucho contra el presidente” y muchas sandeces más, propias de personajes que están más para el stand-up que para la política. 


Es muy doloroso estar en manos de delincuentes mediáticos de esa calaña, de los Magnetto, de los Paolo Rocca, de los Saguier, que son los verdaderos depredadores y ladrones que dominan y convierten en sus amanuenses a los periodistas de turno.


Cristina Fernández de Kirchner es quien más cabalmente comprende el grito desesperado del pueblo identificado con el trabajo.

Cristina Fernández de Kirchner lo expuso con claridad. Son muchos los intereses entre tantos dimes y diretes. Son muchas las mentiras que se dicen. Incluso, surgen desde adentro. Pero ella cuenta con una experiencia abrumadora, con una sabiduría política que le permite ver más allá. Aún en la derrota. Integró tres veces una fórmula presidencial y salió airosa en los tres. Y cuando le tocó perder, su respeto a las instituciones quedó muy de manifiesto. Por ejemplo en el 2013, dijo: “Estamos convencidos que a este país no lo detiene nadie. Y que para tener futuro debemos profundizar estas políticas. Tengamos la fuerza de cada militante, para ir casa por casa explicando. Y donde haya errores, corregirlos. No somos obcecados ni tontos. Vamos a discutir el poder con los grandes jugadores. No con el banco de suplentes que nos ponen en las listas (…) Debemos discutir con los verdaderos actores económicos. Fuerza, con toda la fuerza que nos merecemos por lo que hemos hecho”. Podría haberlo dicho por estos días. Pero, entonces, para impedir la continuidad de sus políticas, dos años más tarde, debieron acusarla del asesinato de Nisman, de que su hijo se robase 70 millones que estaban el Caribe; que su ministro de Economía se robaba dinero de YPF; que el candidato a gobernador, había sido el autor de un triple crimen mafioso. Aun así siempre vivió con respeto por las instituciones y con ese espíritu de lucha que produce el extraordinario sentimiento entre quienes la aman.


Así se plantó esta vez. Si alguien no se planta una vez en la vida, a decir las cosas como son… Si hay que andar dando tantas vueltas para cantar las cuarenta… Las cosas son como son, no ese lugar tan críptico al que nunca se accede. Ella analizó el presupuesto, y como pensaba que el gobierno tenía mucho más para gastar, se lo dijo.


La alternativa era caer en la “normalidad” que propugnan los medios hegemónicos. Naturalizar esa normalidad, en lugar de que nos provoque cierta rebeldía. Por ejemplo, naturalizamos lo que es la derecha en el mundo, con sus andanadas nazis feroces, homofóbicas, racistas, como ocurre en España, como se repite aquí con la derecha argentina, tan tironeada por la ultra. Meten mucho miedo con personajes que se reparten los papeles estelares. En las últimas horas volvió a salir Carrió, “esa mujer tiene una impunidad notable, la que en el barrio hubiéramos dicho: ¿quién la banca?”, como puntualizó el respetado analista Edgardo Mocca. Hay fuerzas muy oscuras que utilizan la soberbia de esa mujer para causar mucho daño.


Es muy doloroso estar en manos de delincuentes mediáticos como los Magnetto, los Paolo Rocca, los Saguier.

¿Es gratis mentir de esa manera? ¿Todo da lo mismo, todo pasa, como figuraba en el anillo de Julio Grondona? Se naturaliza esta forma de hacer política colgándose de una constante inaudita de falsedades, en complicidad con el deporte naturalmente interesado del periodismo, que es la fake news. Se inventan cifras de corrupción. Se dice sin pudor que Kicillof y Putin planearon para colorear con los mismos tonos sus respectivas campañas de vacunación en Buenos Aires y en Rusia. Que Alberto Fernández está descentrado de tal modo que pide churrasco con huevo frito para el desayuno en lugar de café con leche.


Y así avanzan, y avanzan… Al punto que, en acuerdo obvio, los dos principales diarios mafiosos, horas después de las elecciones, remiten en sus portadas fotos gigantes de helicópteros con el presidente descendiendo, con plena conciencia de la carga simbólica, nefasta, que representa. Y lo hacen al tiempo que un ex presidente vuelve a transitar con impudicia su afán desestabilizador cuando advierte como al pasar que el país está “en las vísperas de luchas entre civiles en las calles”. Mientras que sus radios conminan a Alberto Fernández a la formación de un gobierno de coalición con la oposición que ellos mismos representan.


Son unos canallas que no tienen pudor y ponen a la democracia en jaque, al tiempo que se mofan de nuestra inteligencia.


Cristina Fernández de Kirchner está siempre en el centro de la mira de sus cañones. Es quien más cabalmente comprende el grito desesperado del pueblo identificado con el trabajo, con su pasado. Sabe que esta oportunidad es crucial, que puede ser la última de cara al 2023, que hay que poner todas las cartas a jugar. También comprende cabalmente que, ante eso, es trascendente la unidad, y que requiere de un compromiso implacable, sin renuncios, pero sin resquebrajamientos.







Por Víctor Hugo Morales   



22 sept. 2021, by: FM 98.3

CONTENIDOS MULTIMEDIAS





add_one
add_one
add_one
add_one
add_one
add_one