29 mar. 2024
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No vale molinete, historia del poeta inventor del metegol



En un extremo de la provincia gallega de La Coruña las legiones romanas creyeron encontrar el fin del mundo y nombraron Finis Terrae a un cabo en la Costa da Morte donde el Atlántico choca fuerte contra acantilados llenos de pinos. El latín se hizo gallego y el gallego, castellano; pero el nombre se mantuvo. Finis Terrae en el primero, Fisterra en el segundo, Finisterre en el tercero y les juro que esto tiene que ver con el metegol, sólo ténganme paciencia.


El poeta anarquista que inventó el Metegol ("Taca-Taca", "Futbolín") para la niñez víctima de la Guerra Civil Española. "Me dolía ver a aquellos niños cojitos, tan tristes porque no podían jugar al balón con los otros niños… Y pensé : si existe el tenis de mesa, ¡también puede existir el fútbol de mesa!".

Fue así como en 1937, quien por entonces se llamaba Alejandro Campos Ramírez, se las ingenia para crear un rústico Taca-Taca, que alivió el dolor de la niñez víctima de una guerra brutal.

"Conseguí unas barras de acero y un carpintero vasco refugiado allí, Javier Altuna, me torneó los muñecos en madera. La caja de la mesa la hizo con madera de pino, creo, y la pelota con buen corcho catalán, aglomerado. Eso permitía buen control de la bola, detenerla, imprimir efecto” , le expresó al periodista catalán Víctor Amela. Alejandro era un joven gallego, residente en el pueblito de Finisterre. Soñaba con ser arquitecto, pero ofició de albañil. Su alma bohemia y busquilla que le permitió conseguir un trabajo de junior en una imprenta.


Al fin estaba cerca de quienes cultivaban una de sus mayores pasiones: la poesía. Por esos años se definía a sí mismo como un idealista práctico, una versión de libertario que quería crear aquí y ahora el mundo nuevo que llevaba en su corazón. Las ganas de hacer carne los ideales eran su bandera. Fue en ese contexto que estalló la Guerra Civil española. Una bomba hizo pedazos su casa y quedó con graves dificultades respiratorias y un problema crónico en una de sus piernas. “Era el año 1937. Me gustaba el fútbol, pero yo estaba cojo y no podía jugar». Fue de esta forma como, empatizando con los niños y niñas que la guerra mutiló, tomó la resolución de crear una herramienta que aliviara los amargos días de los pequeños inocentes. Viendo que la Dictadura de Franco iba a terminar asesinándolo, emigra a Francia y luego a Guatemala.


Retoma la poesía y perfecciona su Futbolín, como le llamó al invento. Se termina radicando en México, donde colabora con el poeta León Felipe y se suma a la vida intelectual de esa nación. Cambia su nombre para homenajear a su pueblo. Desde entonces y hasta ahora, sería Alejandro Finisterre. Humilde, no quiso ningún reconocimiento por el invento que tantas jornadas nos ha alegrado a todos. “Bah…, de no inventarlo yo, lo hubiese inventado otro…” , señaló hace un tiempo. Murió en 2007, confiando en que objetos como el humilde Taca-Taca, fruto del ingenio y la empatía, serían imperecederos, pese al avance de la tecnología. En sus últimos días escribió: "Yo creo en el progreso : hay un impulso humano hacia la felicidad, la paz, la justicia y el amor, ¡y ese mundo un día llegará!”.


Corrido por un nuevo golpe, esta vez el de Castillo Armas contra Arbenz, se radica en México después de llevar adelante el primer secuestro de avión, el que había despachado el gobierno guatemalteco para deportarlo a la España franquista. Funda su propia editorial, Finisterre Impresora, y publica a su mentor León Felipe, también exilado en México, al vasco Juan Larrea y poetas españoles y latinoamericanos, entre sus libros está el primer poemario del nicaragüense Ernesto Cardenal.


En 1967 ingresa en la Real Academia Gallega y en 1975, un mes después de la muerte de Franco, vuelve a España. Se asombra de ver que su juego se extendió también en su país, ya se llama futbolín y los industriales valencianos asociados al régimen nada dijeron del creador republicano. No le importa, “Si no lo hubiera inventado yo lo hubiese hecho otro”. Sigue trabajando de editor y escritor, es albacea de su maestro fallecido en México y salva en 1980 los papeles y biblioteca de su amigo Larrea, muerto en Córdoba, de las llamas de la dictadura cívico-militar.


Desde su vuelta a España vivió en Zamora, ciudad natal de Felipe, y ahí murió en 2007. El metegol ya era omnipresente en clubes, bares y kioscos del mundo pero lo reemplazaba la Play. Consultado en la misma entrevista citada responde: “Yo creo en el progreso: hay un impulso humano hacia la felicidad, la paz, la justicia y el amor, ¡y ese mundo un día llegará!”. No sé si todo eso entra en una consola de videojuegos, pero les garantizo que llena cualquier metegol.


19 jun. 2022, by: FM 98.3

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