26 jul. 2024
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¿Cómo llegamos y cómo salimos? Un problema de formación



Últimamente me sucede que encuentro el pensamiento en movimiento, yendo y viniendo, cruzando una calle, la plaza o la cordillera, como si se tratase de una función, una constante, una invariante que emerge de lecturas, conversaciones, reflexiones, sueños. Entro en cierta frecuencia y escribo, por aquí y por allá, luego junto las notas y voilá, aparece un texto. No es casualidad, claro, es seguir la causalidad inmanente. Un pensar en marcha, movilizado, situado que encuentra enlaces en su mismo ejercicio. Voy a contar dos momentos: unas notas tomadas volviendo de Chile y luego otras cruzando la Marcha.


I. Un viaje de ida y vuelta

Cristina ha planteado en un documento reciente que los argentinos estamos ante nuestra tercera crisis de deuda. Me gustaría acompañar esas reflexiones históricas y económico-políticas, con otras de índole subjetiva y militante: los argentinos estamos también ante nuestra tercera crisis de subjetividad militante. Si descontamos la dolorosa derrota de los 60-70 en que el fervor militante, dividido entre lucha armada y no armada, fue aplastado a través del terrorismo de estado, la desaparición forzada y la muerte, por lo cual no pudo plantearse siquiera como crisis, nos quedan las tres últimas desde el retorno de la democracia (legatarias, por supuesto, de todo lo que no se pudo elaborar ni plantear como crisis):


(i) la primavera alfonsinista y el menemismo en que los militantes se debatían entre adaptarse al institucionalismo conformista o la distancia del estado sin toma de poder;


(ii) el nacimiento del kirchnerismo y los movimientos progresistas con la militancia al interior de los aparatos de estado disputando cargos y posiciones para producir transformaciones en la vida de la gente;


(iii) este dramático momento en que las militancias se confrontan al autoaniquilamiento del Estado promocionado desde el poder real y la dificultad de organizarse a través de instituciones sectorializadas en franco retroceso, sometidas a reducción o asfixia.


La pregunta ahora no es lucha armada o no, reformismo o distancia, antagonismo o consensualismo, sino ¿cómo diablos nos organizamos para no desaparecer definitivamente? No se trata de organizar el pesimismo sino los afectos, entender su causa y potenciarnos mutuamente. La pregunta es existencial y política al mismo tiempo, requiere activar todos los afectos: pensamiento y acción en conjunto. Más que Gramsci aquí nos orienta Spinoza.


A nadie se le puede pedir que se sienta afectado por injusticias o barbaridades que nos parecen evidentes. Las cosas te afectan o no te afectan, te pueden producir alegría o tristeza, es decir, aumentar tu potencia de obrar o disminuirla, pero el asunto clave no es ese, sino cómo respondes ante ello: ¿eres la causa adecuada de lo que te afecta, o no? Es decir, ¿de tu naturaleza o modo de ser se sigue algo que puedas percibir clara y distintamente, si o no? ¿Actúas o padeces? La responsabilidad es ontológica, la conexión inmanente, no se trata de imputaciones legales o formales, ni de causalidades externas. En Spinoza, no hay voluntarismo subjetivista o determinismo fatalista, sino inmanentismo radical: todos los seres estamos conectados, el asunto es responder ahí por el nexo causal que nos implica singularmente. Ser, conocer y actuar se anudan en simultáneo. Ontología, ética y política responden a un orden afectivo inmanente. Recientemente viajé a Chile y me preguntaron qué entendía por militancia, dije justamente eso: activar los afectos, sea donde sea que suceda. Los militantes tienen que formarse para entenderlo.


La estupidez avanza, por eso ve adoctrinamiento por todas partes y desconoce la formación de los sujetos. Para formarse es necesario leer, meditar, escribir, poner a prueba lo leído, lo escuchado, lo aprendido cada vez, en función de si aumenta o disminuye nuestra potencia de obrar, sentir y pensar, si nos ayuda a componernos mejores o no. Toda formación requiere de crítica y autocrítica, rigurosa pero no autoflagelante. El adoctrinamiento es repetir consignas o frases como bobos, cosas oídas al pasar, rumores o chismes, decir una cosa y luego lo contrario, variar incesantemente de estado anímico, según las opiniones de los demás o diversas afecciones. Lo único que puede poner un límite a la estupidez que avanza por todas partes es la formación integral del sujeto: respecto a sus relaciones sociales, históricas, epocales; respecto a los otros, las virtudes y valoraciones sociales; respecto a sí mismo, las pasiones y motivaciones. Apuntemos a una mejor formación en todos los espacios y dispositivos que podamos, incluidas las redes donde prima la desidia y el odio.


¿Cómo se explica la enorme pobreza intelectual de la derecha ostentada con tanta desfachatez y naturalidad? “José Luis Borges”, “el barbudo empobrecedor de Marx”, las descalificaciones permanentes de personas y legados simbólicos, las versiones paupérrimas de la historia, el cambio de nombres de los edificios públicos, etc. Es asumir Twitter (ahora X) como lugar de veridicción para todo: un modo de decir y nombrar el mundo, los otros y sí mismo; una estética de la existencia empobrecida por todas partes; la twitterización del pensamiento ejercido desde los aparatos de Estado. Como si a la pobreza inducida del cuerpo social entero respondiera el adelgazamiento del pensamiento a un mínimo insoportable, cada atributo por su parte siguiendo el mismo orden y conexión, ambos de la misma sustancia. Es tan lógico que duele.


¿Cómo llegamos a esta situación dramática en la que tenemos un presidente subordinado a las órdenes de EEUU, delirante por dónde se lo mire, y absolutamente desentendido de los problemas reales de nuestro país?


Señalaría al menos tres condiciones convergentes: (1) la pandemia, (2) las redes sociales, (3) los saberes.


En cuanto a lo primero, la pandemia produjo un daño psíquico y social sin precedentes que no ha sido elaborado ni tematizado como correspondería, preparando el caldo de cultivo para lo peor, que hoy pulula por todas partes: pasamos de las simples alegrías del odio, apenas disimuladas, al ejercicio irrestricto de la crueldad, ostentada como lógica extendida del espectáculo.


En cuanto a lo segundo, las redes sociales promocionaron el ascenso y consolidación de un modo de interpelación ideológica troll que también fue consentido y replicado desde diversos sectores, hoy sus más renombrados personajes están en casa de gobierno: el modo de expresión corto y agresivo, cínico y estulto por donde se lo mire, que se cree más allá de cualquier legado y ajeno a todo saber hecho cuerpo.


En cuanto a lo tercero, los saberes que disponemos tienen poca incidencia crítica en el presente, ligados mayormente a la información y la explicación, en vez de basarse en el uso y la formación de los sujetos: vemos que las explicaciones por videos pululan y los influencers son más capaces en esa modalidad lógica del saber, incluso si hay profesores que tratan de imitarlos haciendo notar demasiado el desfasaje lingüístico y anacronismo medial.


Son cuestiones que vengo exponiendo y escribiendo por diversas vías, desde hace tiempo, ¿pero quienes leen o escuchan? ¿Quiénes se animan a proponer otra cosa, si pareciera que la batalla cultural ya está perdida de antemano, si ni siquiera hay una escena pública donde debatir o decir la verdad con el riesgo que ésta conlleva? Hoy no hace falta censurar, basta con la indiferencia o el descrédito promovido en redes. Es necesario recuperar el coraje para decir la verdad y crear los medios donde se escuche.


También lo conversamos con compañeros en Chile, entre exposiciones, entrevistas y charlas informales, cuando me preguntaban por el fenómeno que nos asola. Claro que no me imaginaba -porque no soy adivino- que esos tres factores desquiciantes iban a encontrar un cabal representante. Por otra parte, tampoco me imaginaba que mi insistencia en el uso diferencial de las redes iba a encontrar quienes me leyeran a la distancia e invitaran a presentar mis libros como si fuésemos amigos cercanos. Claro que ahora lo son.


El sujeto político popular que estamos buscando insiste en esos gestos solidarios que se traman a la distancia, sin esperar nada a cambio.


II. Pensar sobre la Marcha

Al volver de Chile me encontré con una serie de consideraciones y discusiones sobre el régimen actual que no brindan una lectura múltiple y compleja de lo que nos sucede. El problema recurrente de la formación nos implica. Más que un saber detallado necesitamos entender el anudamiento de las dimensiones en juego.


El gobierno de Milei es un desastre en lo económico, por donde se lo mire, tanto es así que hasta se divide internamente entre el libre mercado a ultranza y el tímido control de precios a última hora; en lo político se maneja a los ponchazos, tratando de ofrecer migajas en un tire y afloje contantes, guiado por la lógica clásica del divide y reinarás; sin dudas, se sostiene gracias a su éxito en lo ideológico, más precisamente, en el mecanismo de la interpelación subjetiva: haber encontrado en el modo de veridicción que ofrecen las redes (principalmente X) la llave maestra del gobierno contemporáneo. El insulto, el agravio, la chatura argumentativa y la escasa formación cultural no son limitantes, al contrario, son el modo de expresión efectivo en el que se aúnan las consciencias de la época y por el cual los cuerpos pueden aceptar la renuncia a todos los placeres en nombre de un goce tautológico y autoconfirmatorio.


Cristina ha analizado concienzudamente la crisis de deuda (lo económico), ha llamado incansablemente a constituir nuevo pacto social (lo político), incluso en su momento se refirió al necesario empoderamiento de la gente (lo subjetivo); pero de nuestra parte se nota ostensiblemente la ausencia de pensamiento en torno a cómo se constituyen los sujetos, cómo disputar o interpelar nuevas figuras subjetivas que porten cuerpos potentes, que puedan reencausar el uso de los placeres y producir un reencantamiento del mundo en esta hora desesperada. La denuncia por el estado actual de las cosas nunca ha sido suficiente para cambiarlas. Tampoco el llamado al diálogo o la explicación per se. La imagen medianamente alta de Milei puede durar indefinidamente hasta tanto no nos convirtamos en la causa adecuada de lo que nos afecta. Y para eso resulta necesario anudar el pensamiento y el cuerpo en acto.


Podemos decir que la autopercepción de este gobierno opera como en la anorexia nerviosa: restringe el consumo indefinidamente porque nunca es suficiente respecto a la figura ideal. Pero, además, no es que no se alimente imaginariamente o no ingrese plata en las arcas del Estado, sino que más bien “comen nada” o se alimentan de cifras vacías que no permiten hacer cuerpo. Es el sacrificio en pos de dogmas e ideales vacíos, una voluntad de nada: la anorexia mental del neoliberalismo. No se trata de psicopatologizar sino de entender el mecanismo perverso y limitado que opera en la constitución subjetiva, el cuerpo y el goce. El problema es que, por momentos, participamos sin querer de esa concepción del sujeto en relación al Otro.


Hay un equívoco fundamental que opera en mentes agudas de espíritu algo limitado, habrá que decirlo con todas las letras: si te alimentás, si meditás, si disfrutás, si tratas de mantener la salud, mental o física, no le estás haciendo el juego al capitalismo. La dimensión política no recubre todas las prácticas, aunque cada práctica tenga una dimensión política ineluctable que exige lectura fina y posicionamiento crítico. Estar bien, o lo mejor posible en estas condiciones miserables, para poder luchar, juntarse con otros, organizarse, resistir, etc., no está mal. Repito, por si cuesta captarlo: estar bien, sentirse bien, no está mal. Esa es, por obvia que parezca, la principal contradicción a despejar con todas nuestras capacidades intelectuales, deseantes y espirituales. Este gobierno de locura se ha constituido como tal y se sostiene gracias a un régimen de sentido en el cual estar mal está bien, porque si las fuerzas vienen del cielo, lo sabemos, el goce siempre está más allá del principio del placer. El peronismo, como pensamiento político y movilización popular al mismo tiempo, siempre ha sabido que la única verdad es la realidad del uso de los placeres y la felicidad del pueblo. La transformación de la comunidad en pos de ello, requiere la transformación de los individuos, y viceversa.


En ese sentido, los libertarios no encarnan una real mutación antropológica, si así fuera, yo estaría con ellos. Su egoísmo no es suficientemente fuerte para hacer alguna diferencia: no muestran ninguna innovación ni producen invenciones radicales, no reafirman legados interesantes o doctrinas coherentes, no expresan una verdadera potencia de actuar. Son débiles, se rompen y descomponen como cualquier hijo de vecino. Quizá necesitaban llegar al gobierno y a la máxima exposición para darse cuenta, y de rebote, también todo el progresismo que no ha entendido por dónde pasa la necesaria formación, la que transforma realmente al sujeto y no se reduce a mera información sobre doctrinas y corrientes de pensamiento. No soy de la Universidad Pública ni me considero formado, banco la Universidad Pública porque me considero en formación y deseo que la formación continúe y se radicalice, la formación es una relación social virtuosa que no siempre se verifica, pero que en el espacio público encuentra una posibilidad real.


Qué justicia poética sería entonces que la Universidad Pública Argentina se constituyera en el punto nodal estratégico de condensación de una serie de demandas insatisfechas con este gobierno del malestar radicalizado, una reivindicación de la razón populista en la hora más funesta. Solo que esta vez tenemos que entender que no es un mero significante vacío, sino un nudo afectivo que nos encauza con todas sus fallas y contradicciones inherentes, cual sea el lugar que ocupemos en el espacio social.


Por último, voy a contar lo que hice el 23 de abril, día de la Marcha.


Primero procuré que hija y sobrina comieran y las preparé para ir al colegio, luego dejé el auto y fui caminando a la gran movilización mientras pensaba en la definición de afectos de Spinoza: qué aumenta o disminuye la potencia de obrar, cómo ser causa adecuada de lo que nos afecta, cómo demostrar que todos somos parte de la misma sustancia y no obstante entes singulares, etc. Son más de treinta cuadras así que tuve tiempo para meditarlo, estaba contento, liviano, como si las ideas vinieran más fácil y dieran vueltas entre ellas con gracia. Al llegar empecé a sentir el aroma de los choripanes, las calles cortadas, la gente relajada, alegre, cantando o dando discursos o bailando en distintos sectores, una parte nodal de la ciudad tomada. Esa libertad que se respira cuando una ciudad hostil a la convivencia de repente se detiene, abre y deja ser. Sí, sin dudas las ideas toman cuerpo, y lo hacen mejor cuando el espacio se vuelve un lugar de circulación libre porque se han suspendido las rutinas opresivas y se ha encontrado una causa justa. Podemos leer distintas trayectorias personales, historias familiares y generacionales, distintas ideas y discursividades vinculadas a la Universidad Pública, pero la movilización del 23 de abril, en acto, ha mostrado que tenemos una idea adecuada del conjunto que hemos llegado a ser.


Por Roque Farrán

3 may. 2024, by: FM 98.3

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