27 mar. 2025
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Vivir sin Estado: una distopía hecha realidad


Vivir sin Estado, o con un Estado mínimo, es vivir sin reglas, sometidos a la ley del más fuerte.


Vivir sin Estado es una distopía o, peor aún, una ilusión que ha cautivado a una gran parte de la población, reflejada en las últimas elecciones con el apoyo masivo a opciones políticas como las de Javier Milei y Patricia Bullrich. Estas corrientes reniegan del papel del Estado, planteando su reducción a la mínima expresión, atacando el presupuesto público y desmantelando pilares esenciales de nuestra vida en sociedad.


Tal es así que la mayoría del electorado eligió a Milei en segunda vuelta, un presidente que se ha declarado enemigo del Estado y que, con orgullo, ha manifestado su intención de destruirlo desde adentro, como un topo. Estas no son interpretaciones ni exageraciones: lo ha dicho literalmente. Ante este escenario, hagamos un ejercicio de reflexión sobre lo que realmente significa vivir sin Estado.


¿Qué nos faltaría sin Estado?


¿Qué nos estarían quitando si desapareciera el Estado tal como lo conocemos en los países modernos, aquellos donde el sistema republicano de gobierno se basa en la división de poderes entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial?


Para empezar, no tendríamos semáforos ni señalización en las calles, ni agentes de tránsito, ni policías que, aunque con falencias, siguen siendo quienes velan por nuestra seguridad y la aplicación de las leyes. No existirían hospitales públicos ni salas de primeros auxilios donde enfermeros y médicos nos atienden sin importar nuestra condición económica.


Tampoco habría universidades públicas, y la educación sería un privilegio solo para quienes puedan pagar cuotas exorbitantes de cientos de miles de pesos al mes. Sin Estado, no existirían escuelas primarias, secundarias ni jardines de infantes. No habría rutas, ni alumbrado público, ni recolección de residuos. Servicios esenciales como electricidad, gas, agua potable, telefonía e internet quedarían en manos del mercado, sin ninguna regulación ni garantía de acceso para las mayorías.


Y ante catástrofes naturales, ¿quién acudiría en nuestra ayuda? Basta con observar lo que sucede en incendios forestales o en tragedias como la de Bahía Blanca para entender la importancia de la presencia estatal en la gestión de crisis.


El reinado del más fuerte


Más allá de los servicios, debemos preguntarnos cómo sería la convivencia sin leyes que regulen nuestras interacciones y sin un ente que arbitre los conflictos. La respuesta es evidente: el dominio absoluto del más fuerte. Sin Estado, el poder no estaría en manos de la justicia ni de las instituciones democráticas, sino en quienes tengan más recursos y capacidad para imponerse. Sería la ley del más poderoso, donde los demás solo podrían bajar la cabeza.


Tres hechos recientes que refuerzan la alarma


En este contexto de desmantelamiento estatal, quiero destacar tres episodios recientes que ilustran el camino que estamos transitando:


1. La apertura de sesiones del Congreso, donde el presidente Milei, en lugar de dirigirse a toda la nación en un marco democrático, lo hizo sin la presencia de bancadas opositoras ni periodistas gráficos, rodeado únicamente de aplaudidores y matones, quienes incluso agredieron al diputado Facundo Manes a la salida del recinto.



2. La feroz represión contra los jubilados, que cada miércoles salen a reclamar por pensiones miserables que no les permiten pagar remedios, alquileres ni alimentos. La violencia estatal contra nuestros mayores es un reflejo brutal de la insensibilidad de este gobierno.



3. El nuevo endeudamiento externo, esta vez a través de un decreto ilegal, eludiendo la obligación de presentar una ley en el Congreso. ¿Para qué se endeuda nuevamente el país? La historia reciente nos da la respuesta: como en el gobierno de Macri, la deuda no se traducirá en obras ni infraestructura, sino en una nueva fiesta de fuga de capitales, beneficiando a los especuladores de siempre.




El Estado somos todos


El gobierno actual prometió combatir a la casta, pero lo que ha hecho es consolidar su dominio. Son la élite de la casta, la crema del saqueo y el despojo, los mismos que nos han denigrado a nivel internacional y han debilitado nuestra posición en la región y en el mundo.


Vivir sin Estado, o con un Estado mínimo, es vivir sin reglas, sometidos a la ley del más fuerte. Somos millones los que necesitamos un Estado presente, mucho más que aquellos que pueden prescindir de él.


Defendamos el Estado, porque el Estado somos todos. Defendamos las políticas públicas, la inclusión, la ampliación de derechos. Defendamos la justicia social, la soberanía política y la independencia económica.


Aguanten los derechos conquistados. Aguante el Pueblo organizado y movilizado!


Por: César Malato Militante Peronista y Asociativista.

11 mar. 2025, by: FM 98.3

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