
Trump lo hizo: logró arrebatarle el Canal de Panamá a China y se lo dio a BlackRock, nada menos
La brutal presión de EE UU dio resultado. El ominoso fondo buitre controlará el preciado paso biocéanico, que estaba en manos de la china Hutchison. En Panamá sólo hubo leves protestas.
Sin trasladar a ni uno solo de sus marines ni apostar naves de guerra o apuntar con misiles, EE UU logró el jueves que el gobierno de Panamá le entregara la soberanía en la zona del estratégico canal bioceánico. Cuando todavía no pasaron tres meses desde que el presidente Donald Trump iniciara su insultante maratón contra el mundo, con la firma de ese acuerdo que no cuenta con aval legislativo o popular, el camino quedó liberado para que una empresa china de Hong Kong, la Hutchison Holding, pueda transferir los dos puertos que dominan los accesos al Canal desde el Atlántico y el Pacífico. Por más que se haya dicho que “la operación es de naturaleza puramente comercial y no tiene relación con las noticias políticas recientes”, nadie en el mundo compró esa versión.
A través de primicias adelantadas a los principales medios financieros mundiales, el fondo buitre norteamericano BlackRock –asociado para la emergencia con Global Infraestructure Partners y Terminal Investment– reveló que pagará a Hutchison 22.800 millones de dólares. Con esta operación, la más grande conocida hasta ahora, junto con los puertos panameños de Balboa y Cristóbal la empresa china se desprenderá de otras 43 terminales que incluyen 1920 atracaderos en 170 países. Hutchison se quedará sólo con los puertos que maneja en China y Hong Kong. Para dimensionar el volumen de la operación, valga decir que Li Ka-shing, el propietario de la vendedora, figura como el 61 hombre más rico del mundo, con un patrimonio estimado por Forbes y Bloomberg en 29.300 millones de dólares, hechos desde que hace 60 años ingresó al mundo de los negocios vendiendo flores de plástico.
Algo que los analistas no han podido develar está demorando la firma del traspaso de los puertos a manos de BlackRock, prevista primero para el 2 de abril, luego pasada al martes 15 y ahora pospuesta sine die. Cuando se hizo cargo del gobierno, Trump amenazó con tomar el Canal a como fuera, violando el orden internacional y la soberanía panameña, pero en paralelo ocurriría una toma solapada de manos del mayor fondo buitre norteamericano. Según Bloomberg, antes de que Trump disparara sus amenazas, BlackRock ya había arreglado la operación con la Casa Blanca. “Esto es una muestra muy clara de que hay una confluencia entre la visión de ‘América Primero’ (el lema de Trump) y la búsqueda de ganancias de parte de Wall Street”, dijo el analista del grupo mediático.
Entre tantas cosas, el nuevo gobierno norteamericano le garantizó una larga paz en la zona canalera, la puesta a su servicio del aparato diplomático y militar (los jefes del Pentágono y el Departamento de Estado ya hicieron largas visitas de presión al presidente José Mulino y firmaron sus respectivas “actas de defunción”, entre ellas la del jueves) y los empujones para provocar un retiro deshonroso de Hutchison (“Esta venta es una traición al pueblo chino”, dijo el oficialista Ta Kung Pao, un diario de Hong Kong). La entidad de BlackRock lleva a que los gobiernos hagan buena letra con Larry Fink, su director ejecutivo. El CEO maneja u$s 11 billones que no son suyos en fondos de pensión, bancos y fortunas privadas de titulares innominados y seguramente non sanctos. Sus inversiones van desde Apple hasta Pfizer, el gigante farmacéutico.
Acusado de doble standard, el fondo promueve las prácticas sostenibles mientras invierte en combustibles fósiles. El progresismo y los verdes europeos cuestionan su apoyo a industrias armamentísticas y empresas con historial reñido con la ética. Los sectores conservadores, en cambio, lo descalifican por su “enfoque socializante” en equidad racial y por simpatizar con las políticas fijadas por la ONU sobre el Cambio Climático. En Europa, BlackRock provoca escepticismo por haber absorbido empresas estatales en países en crisis. Entre sus pares de Wall Street es visto como un rival invencible cuyas prácticas anticompetitivas no tienen ninguna regulación (la desregulación impulsada por Trump favorece su expansión). La compra de los puertos exhibe cómo el fondo usa contextos políticos para consolidarse.
China, que es el blanco de la política exterior de Trump en Panamá, Groenlandia, Europa y todo aquel que no jure fidelidad plena a la Casa Blanca, reaccionó tarde y con tibieza para advertir que podría bloquear la venta de los puertos. Después de todo, BlackRock es una empresa de su bandera. Aún debe esperar la aprobación panameña de la operación, una mera formalidad puesto que el papel del fondo en la logística marítima está consolidado. De todas maneras, con el acuerdo firmado el jueves los buitres ya dieron un gran paso, dado que Panamá autorizó la presencia de tropas y contratistas del Pentágono en los accesos y zonas adyacentes al Canal. “Mulino, arriaste las banderas” decía ayer un pasacalle que tuvo vida efímera en una de las avenidas de la capital.
“Hablamos de una bandera muy concreta”, dijo un analista panameño que se vale de las redes sociales. “Hablamos de la bandera que fue ensangrentada hace 60 años, en los últimos grandes choques entre estudiantes panameños defensores de la soberanía y las fuerzas de intervención en la Zona del Canal, gobernada entonces por EEUU”. Al fin, en 1999, la Casa Blanca reconoció la autoridad de Panamá en la hidrovía, nuevamente entregada el jueves por Mulino para que Trump haga y deshaga. Aquellos sucesos históricos del 9 de enero de 1964, saldados con decenas de muertes, fueron ignorados para satisfacer deseos imperiales. Hoy, anestesiados, en un patético episodio apenas un puñado de no más de 200 personas salió a las calles a decir que el Canal es y seguirá siendo panameño.
Negociadores con impunidad que no conocen de sutilezas
Fieles a la sentencia de Lord Palmerston, los enviados que Trump despachó hacia el Caribe para apretar al presidente panameño, recordaron con el inglés, dos siglos después, que los imperios no tienen ni amigos ni enemigos permanentes, sólo tienen intereses y, en consecuencia, no conocen de sutilezas a la hora de exigir. Así fue que el jefe del Pentágono, Pete Hegseth, y su par de la cancillería, Marco Rubio, le dijeron al presidente José Mulino que las cosas, en el Canal, debían volver a ser como en los orígenes. Una vía comercial, sí, pero que debe privilegiar a los barcos de bandera estadounidense y en especial a los de guerra. En el Canal todo lo llegado con aval de la Casa Blanca gozará de inmunidad.
Desde que el Sol ilumina la Tierra, los agentes civiles y militares, cubiertos o encubiertos, que el gobierno norteamericano dispone por el mundo cuentan por exigencia imperial con los mismos derechos que los tratados de Viena otorgan a los diplomáticos en funciones: inmunidad. Las más diversas formas de tráfico, abusos sexuales, violación de la legislación de los países, torturas, ninguna forma de abuso falta. Sus agentes torturaron en tierras extranjeras y sus marines dejaron miles de niños abandonados, fruto de las violaciones a mujeres de los países invadidos o alojadas en los campos de refugiados.
El 31 de marzo, el mismo día que Rubio le decía a Mulino que Trump mandaba a decir que las empresas chinas deben desaparecer del Canal y sus inmediaciones, un grupo de agentes asignados a la custodia del canciller se había adelantado para chequear en Bruselas cómo estaba el terreno donde se movería el jefe durante sus diálogos con funcionarios de la UE. En la capital belga los guardias se hospedaron en el suntuoso Hotel Amigo, con sus todavía inmaculados resabios medievales. En la madrugada, borracho, el jefe de los custodios exigió al personal del hotel que rehabilitara el bar, fuera de horario, para él y sus amigos, señoritas incluidas. Tras romper todo lo que tuvo cerca fue inmovilizado por la policía. Intervino la embajada. Todo se olvidó.
Dos días después María Zajárova, la vocera de la cancillería de Rusia, dio los detalles de un episodio del 18 de noviembre de 2024 sobre el cual la embajada no ha dado respuestas. Tres marines de la seguridad de la misión diplomática estaban en un bar y se aprovecharon de un descuido de otro parroquiano para robarle una mochila. Moscú le pidió a la embajada que los identificara y los entregara. Hasta hoy no hubo respuestas y Zajárova opinó que seguramente los encubrieron, sacándolos del país. Por la misma inmunidad que en febrero pasado salvó a 14 personas (agentes y jefes de la DEA, marines y contratistas, todos norteamericanos) que integraban una red de protección a grupos de narcotraficantes que, desde las costas de Colombia, despacharon toneladas de drogas hacia distintos destinos europeos.
Por: Andrés Gaudín

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