13 may. 2025
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Por el barranco, desangelado y sin plan B. 


En medio del deterioro social y económico, el gobierno de Javier Milei profundiza una gestión desconectada de la realidad, con represión, ajuste y ataques a la prensa como respuestas frente al malestar creciente. El modelo neoliberal vuelve a mostrar sus límites, mientras hasta sus propios votantes comienzan a retirar el apoyo. 


Esta semana, el presidente Javier Milei dedicó más de diez horas de su tiempo entre el jueves y el viernes a actividades ajenas a la gestión de gobierno: cuatro horas y siete minutos tuiteando y más de seis horas en el programa de streaming de "El Gordo Dan", el operador digital del oficialismo que se mueve con absoluta impunidad. Personaje nefasto y vocero informal del Gobierno, Dan representa un estilo de comunicación que se enorgullece de despreciar las leyes y abusa de la protección oficial.


Mientras tanto, en esas diez horas —una parte sustancial de un día completo— Milei no atendió ninguno de los asuntos urgentes del país. Por ejemplo, el gobierno nacional ha comenzado a no homologar acuerdos paritarios entre trabajadores y empresas cuando los aumentos salariales superan el 1%. Esto sucede en un contexto donde la inflación ronda el 3,5% mensual, según las estimaciones, y donde el salario real sigue su camino descendente. El salario mínimo vital y móvil fue fijado en apenas $308.000, el más bajo de los últimos 30 años, luego de que el gobierno desoyera a las centrales sindicales, que pedían un aumento del 100%, e incluso ofreciera menos de lo solicitado por los propios empresarios.


 Un modelo que se repite (y fracasa). 


La intervención estatal, lejos de equilibrar la puja distributiva, terminó favoreciendo una posición aún más dura que la del sector privado. El resultado: más ajuste para los que menos tienen, en nombre de un modelo que ya ha fracasado una y otra vez. La historia reciente argentina está marcada por experiencias neoliberales que desembocaron en crisis: desde la dictadura y la hiperinflación de fines del alfonsinismo, pasando por los años 90, la debacle de la Alianza, el regreso al Fondo con el macrismo y ahora, nuevamente, un modelo sin rumbo productivo ni social.


Como en aquellas etapas, se repite el libreto: achicar el Estado, despedir empleados públicos, cerrar organismos clave, malvender empresas estratégicas, eliminar subsidios, cortar programas sociales y promover la represión frente al conflicto social. En lugar de inversión, cierran fábricas; en vez de estabilidad, crece el desempleo. Y como si fuera poco, a todo esto se le suma la persecución a la prensa crítica: el presidente Milei denunció judicialmente a periodistas por expresarse en su contra, inaugurando una preocupante forma de silenciamiento en democracia.


 La mayoría silenciosa empieza a hablar. 


A medida que el relato oficial choca con la realidad diaria de millones, algo empieza a cambiar en la percepción social. Las promesas de baja de inflación y lluvia de inversiones no se verifican en la calle, donde la pobreza crece, el salario no alcanza y las oportunidades se achican. Incluso aquellos que votaron por Milei comienzan a retirar su apoyo. La mayoría silenciosa, aquella que no milita pero que vive las consecuencias, empieza a hacer ese “clic” en su conciencia política. Porque detrás de las bengalas discursivas y los ataques digitales financiados con recursos públicos, lo único que queda a la vista es un modelo de país que se cae a pedazos, que no mejora la vida de nadie —y que amenaza, además, con acallar a quienes nos animamos a denunciarlo.


Por: Cesar Malato Militante Peronista y Asociativista

11 may. 2025, by: FM 98.3

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